Historia Natural

El CEMFAC cuenta con la obra de uno de los artistas más respetados y admirados de la pintura contemporánea en Canarias, Pedro González. Se le considera uno de los artistas más influyentes en la plástica canaria durante el último tercio del siglo XX, recreando en este momento uno de los momentos más fructíferos de su producción artística.

En Historia Natural cuatro figuras humanas se muestran desnudas, despojadas de cualquier signo que indique su estatus social o procedencia, salvo el color de la piel. Como marco a estos personajes se despliega un paisaje de naturaleza desolada y sombría, escenario perfecto para acoger a esas almas perdidas a las que tan difícil les resulta encontrar un hueco en una sociedad tan deshumanizada y desnaturalizada como la actual. La desnudez de los personajes, la campiña perdida y los coches aparcados a un lado sugieren el tema de la prostitución, un medio de vida al que la mayoría de las veces se ven obligados a acogerse los más desfavorecidos de la sociedad; los seres humanos reducidos a simples objetos mercantiles de los que se obtiene un poco de afecto por dinero.

Esta obra entronca con la última etapa de Pedro González donde se revela más figurativo que nunca y sobre todo con una carga dramática sin precedentes en su pintura. De ese nuevo impulso creador han salido varias series como pueden ser Las pateras, La bota o El hambre. En ellas, al igual que en el cuadro que se encuentra en las calles de Los Llanos de Aridane, utiliza el drama como instrumento narrativo con el que plasma su denuncia del mundo en el que vivimos, el denominado “primer mundo”, que se encuentra en un estado de crisis moral y natural sin precedentes. Lo que pretende el pintor es reflexionar sobre el papel social que ostenta la pintura y su capacidad, por ello su pintura es una denuncia sin cargas morales ni juicios paralelos. Pedro González es capaz de mover y agitar el ánimo infundiendo efectos vehementes y, con particularidad, dolor, tristeza y melancolía.

No falta en esta ocasión la figura del gato azul en esta inquietante obra. El felino permanece pasivo y ausente, al igual que el espectador, de la escena que se desarrolla junto a él, pero mira, con ojos almendrados, penetrantes, fijamente al espectador queriendo indagar en sus pensamientos, buscando un resquicio de respaldo y solidaridad.