LA CIUDAD EN EL MUSEO FORO DE ARTE CONTEMPORÁNEO1

El hablar de estas cosas y el tratar de comprender su naturaleza y, una vez comprendida, el tratar lentamente, humildemente, constantemente de expresar, de exprimir de nuevo, de la tierra grosera o de lo que la tierra produce, de la forma, del sonido y del color (que son las puertas de la cárcel del alma) una imagen de la belleza que hemos llegado a comprender: eso es el arte.

JAMES JOYCE

Una extraña y necia moda, así como una profusa impaciencia se lleva tiempo apoderando de muchas de nuestras ciudades: impaciencia adolescente por hacerse mayores de golpe; impaciencia del envidioso, que desea tener lo que distingue a otros sin pasar por mayores trámites biográficos; impaciencia del acomplejado, que recurre a la cirugía estética para alcanzar expeditivamente lo que la naturaleza (la historia en este caso) le ha negado; e impaciencia surrealista de quien desea e intenta por todos los medios y contra toda lógica alcanzar el futuro antes que el vecino.

Todas encuentran la manera de reunir los cascotes de sus zonas más decrépitas, para construir con ellos un núcleo histórico que las dote súbitamente de esplendoroso pedigrí. Para hacerlo suelen utilizar métodos y materiales estandarizados (por lo general de color gris) que homologan la entorno afectado con un sinfín de espacios similares esparcidas por el mundo, de manera que entre todas dan lugar a un mismo parque temático discontinuo que recorre el planeta. Las ciudades impacientes no creen en la posteridad: lo quieren todo ahora y ya (si dejamos de creer en el futuro, dejamos de creer en el presente). Estas son las urbes en las que muchos de nosotros vivimos y que la indiferencia por el entorno y sus usuarios y la falta de procesos de selección integrados por especialistas que avalen la idoneidad, contribuye a alejar a la población de los lenguajes contemporáneos del arte2.

El uso más común de éste en el espacio público obedece a la misión de generar una figuración homogénea, una escenificación libre de aristas en la que el ciudadano, el espectador o el turista no resulte inducido a una cuestión más allá de la forma evocadora, emblemática, jugando un papel importante por lo general el uso de la gran escala, la monumentalidad, como justificación del (falso) valor simbólico y patrimonial que pretende representar. El modelo de intervención del arte en el espacio público que resulta más enriquecedor y sensato es aquel que es planteado como una herramienta de análisis del entorno, de reapropiación de la calle como espacio abierto en el que pueda darse la convivencia además del tránsito, que tiene en cuenta a sus usuarios y posibilita el cuestionamiento de las circunstancias que condicionan su tiempo: un instrumento puesto a disposición del público para colaborar en el fomento del pensamiento y la activación de la consciencia colectiva a partir de la voluntad individual3.

La Ciudad se sigue convirtiendo en un MuseoMuseo

Siguiendo esto último, y huyendo de la impaciencia de otras ciudades, nace el CEMFAC (La Ciudad en el Museo, Foro de Arte Contemporáneo) que se formuló desde su inicio, en 1999-2000, como un proyecto de arte público en el que se planteaba alterar el transitar cotidiano del paseante, ciudadano o visitante, por las calles de una ciudad, en este caso Los Llanos de Aridane (La Palma-Canarias), y acercar la pintura actual a un público lo más amplio posible, trasladándola desde el museo tradicional a la calle. Sin la radicalidad subversiva de violentar el espacio, el CEMFAC transforma el entramado público creando una atípica galería para la pintura contemporánea con cuadros de un formato inusual, con medidas que oscilan entre 14 y 140 metros cuadrados de superficie y pintados sobre madera, colgados sobre los tejados de la arquitectura tradicional de los siglos XVII al XIX.

Al incorporar la interpretación de un pintor contemporáneo sobre esos espacios se trastoca el orden establecido en la identidad del centro urbano e histórico para darle a ese marco otro nuevo sentido, aunque entendemos que de manera positiva, respetuosa y equilibrada con el entorno en el que se interviene, al seleccionar los que parecen puntos negros en la evolución urbanística. Partiendo de una contradicción creativa, el CEMFAC propone desde su planteamiento la ruptura e integración espacial entre manifestaciones artísticas tan alejadas en tiempo y concepción, pretendiendo superar la inercia cultural, animando al transeúnte a sobrepasar la contemplación inmóvil y a replantearse su experiencia de la propia urbe.

Sin muros que lo delimiten, sin otras puertas de entrada que los accesos que conducen al centro ciudadano, esta singular pinacoteca se ha concebido siguiendo muchos de los criterios de un espacio museístico, pero a la vez con un planteamiento que consideramos innovador y que parte de la imaginaria demolición del contenedor para esparcir los contenidos invadiendo la totalidad del casco urbano. El procedimiento consiste en la utilización de las paredes medianeras ciegas de los edificios que intervenciones poco acertadas e impulsadas durante el desarrollismo de los años sesenta y setenta del siglo XX, incrustaron en el casco histórico para colgar los cuadros que, como se ha dicho, llegan a superar los 130 metros cuadrados. Sin embargo, no se trata de dar un especial protagonismo a la espectacularidad de las medidas en la novedad de esta madura iniciativa. Consideramos que la innovación que lo distingue del papel que en diferentes épocas de la historia ha desempeñado la expresión plástica, a través de la escultura, artes decorativas, frescos y murales, para enriquecer y humanizar el paisaje urbano se produce fundamentalmente porque en este caso no se pinta de manera funcional la arquitectura, ésta se presta para exhibir cuadros exentos de los edificios y colgados sobre un soporte especial.

Se ha convertido la ciudad en un museo abierto a la contemplación de la pintura actual, delimitado únicamente por el mismo perímetro urbano, y en el que nos vemos inmersos como en un hecho cotidiano, en un foro para el debate donde no es posible estar como espectador pasivo, sino en el que cualquier ciudadano se siente partícipe y motivado para el comentario y la crítica.

Para realizar ese propósito se han abordado espacios ya existentes en el casco histórico de Los Llanos de Aridane, que se remonta al año 1.521, y en sus zonas de expansión, donde las fachadas ciegas de los edificios de mediados del siglo XX y entornos propuestos como elementos para la intervención de cada pintor, adquieren un nuevo significado al soportar los cuadros de esta galería desplegada por el entramado urbanístico.

En el CEMFAC se mantiene la idea del protagonismo cada vez mayor de la cultura en nuestra vida cotidiana, pero, sin cuestionar los planteamientos museísticos citados, propone un enfoque distinto que desacraliza la pintura como objeto de culto y la saca del museo concebido como templo de la erudición para colocarla en un territorio más amplio y confrontarla a la realidad social donde se desarrolla. La ciudad se ha convertido en ese establecimiento, en el contenedor, donde es la pintura la que busca la atención del espectador heterogéneo, haciéndose presente en los diferentes ámbitos del tejido urbano y exponiéndose a la constante mirada de vecinos y visitantes4.

Francisco Rossique "La ciudad de la mirada"

El habitante urbano se convierte, aunque en muchas ocasiones no lo sepa o lo haga de forma inconsciente, en crítico de arte y de su tiempo, en calificador de su entorno, pero donde sus aseveraciones no son atendidas o son directamente obviadas. El ciudadano es, no se convierte, un paseante y observador: “[…] La multitud es su ámbito, como el aire es el del pájaro, el agua el del pez. Su pasión y su profesión es fundirse con la multitud. El paseante perfecto, el observador apasionado, halla un goce inmenso en lo numeroso, en lo ondulante, en el movimiento, en lo fugitivo y en lo infinito. Estar fuera de casa y, no obstante, sentirse en casa en todas partes; ver el mundo, ser el centro del mundo y permanecer oculto al mundo, tales son algunos de los ínfimos placeres de estos espíritus independientes, apasionados, imparciales, que la lengua solo puede definir con torpeza. El observador es un príncipe que disfruta en todas partes de su anonimato. El amante de la vida hace del mundo [de su ciudad] su familia, como el amante del bello sexo compone una familia con todas las bellezas halladas, hallables e inhallables; como al amante de los cuadros vive en una sociedad encantada de sueños pintados sobre tela [sobre muro][…]5”.

La cuestión de cómo desvestir el arte contemporáneo, sus últimas manifestaciones plásticas, de ese carácter elitista y de casi exclusivo entendimiento para expertos, iniciados o neófitos que en gran medida mantiene, para acercarlo a un público lo más amplio posible, es el principal criterio en la evolución creativa del CEMFAC. La falta, en la génesis de este museo, de espacios para la exposición (cubo blanco), de galerías, salas de exposiciones, centros de arte, también fue motivo para que las calles se convirtieran en una prolongación de estos lugares inexistentes en Los Llanos de Aridane, y casi por extensión en la isla de La Palma. Asimismo las ventajosas condiciones ambientales y poco comunes de este enclave (con una humedad relativa y temperatura con escasas variaciones, oscilando entre los 19 y 24 grados de media durante todo el año) favorecieron la creación de una galería pictórica de estas características.

El trabajo se inició con el estudio del estado-entramado urbanístico de la ciudad que confirmó la idoneidad de aquellas intervenciones de la etapa del desarrollismo en el casco histórico, que se calificaban de desacertadas, para constituir el soporte idóneo donde colgar sus cuadros. A continuación se seleccionaron las fachadas más apropiadas para la conformación del CEMFAC como un laberinto ordenado y envolvente que ofrece a cada paseante la posibilidad de establecer un orden de visita distinto según su propia experiencia.

Para ello, se determinó inicialmente, y con carácter artificioso, crearlo mediante la suma de simulados polígonos concéntricos diferentes, a partir de un triángulo formado por las cuatro primeras obras de la colección en torno a la plaza principal y germen del primer trazado urbano. Esas pinturas debían dar significado al proyecto, por lo que se propuso como tema común la reflexión sobre las metamorfosis que sufren las ciudades. El resultado hasta este momento son treinta y tres piezas que definen al CEMFAC: la urbe es escenario para la exposición y, a la vez, motivo de representación.

La gran ola de Javier Mariscal

Para la realización de estos cuadros, que se diferencia claramente de las técnicas del mural, se utilizan como soportes paneles de contrachapado fenólico e hidrófugo, que reciben un tratamiento especial para soportar las variaciones climáticas al exterior, y a las que se le aplica una base de imprimación de gesso acrílico que prepara estas planchas lígneas; los pigmentos utilizados por los pintores, también acrílicos, son los que ofrecen mejor calidad y garantía para resistir las condiciones ambientales. Finalmente, la obra se protege con barniz hidrófugo e ignífugo, que forma una pantalla protectora contra el deterioro que pudieran ocasionar el sol, la lluvia o la contaminación. Durante el proceso realizado para la elaboración de los cuadros se ha optado por mantener el mismo criterio pictórico-técnico y utilizar materiales de similares características en cada uno de los pasos para homogeneizar, de esta manera, todo el trabajo y evitar una interacción negativa en los elementos que la componen. A su vez, el bastidor de los cuadros se compone de una estructura de acero galvanizado inoxidable en celdillas formando una retícula donde se encajan los paneles, como si de un puzle se tratase, para formar la obra completa. Esta estructura metálica va sujeta a una base de tirantes y durmientes del mismo material, anclada a las azoteas y a los forjados de las construcciones que le dan el carácter de exento, así como de intervención reversible y poco invasiva en todos los casos, ya que éstas son fácilmente montables y desmontables con pocos puntos de sujeción.

La revalorización, embellecimiento y enriquecimiento del conjunto patrimonial, unido al controvertido y debatido concepto de socialización y democratización de la cultura, acercar al ciudadano últimas propuestas de creadores del panorama artístico actual, son criterios base en la materialización de un auténtico y novedoso museo de pintura contemporánea al aire libre; todo esto uniéndose o rivalizando con acciones creativas de la propia ciudad como los escaparates, la publicidad del edificio pantalla, los grafiti-pintadas en cierres, las medianeras pintadas (a modo trampantojo), las fachadas lúdicas o las denominadas “intervenciones singulares”, como envolturas o acontecimientos caprichosos.

La colección actual de La Ciudad en el Museo está formada por 33+4 piezas6 (pintura sobre madera, también mural, escultura, fotografía), obras de Fernando Bellver (2), Andrés Rábago (EL ROTO), García Álvarez, Hugo Pitti, Francisco Rossique, Javier de Juan, Javier Mariscal, Ceesepe, Luis Mayo, Albert Oehlen, Pedro González, Jorge Fin, Gonzalo González, OukaLeele, Chema Madoz, Karina Beltrán, Sabotaje al Montaje (3), Sara Fratini (2)(+1), Boa Mistura (+1), Julio Nieto, OkiMan, 3ttMan (+1), Carmen Cólogan, Aicha El Beloui, DoctaWear, Okuda San Miguel (+1), Mina Hamada, Lidia Cao y Rubén Martín de Lucas.

Pop´s descent, Okuda

Un criterio común consiste en la presencia de creadores canarios y foráneos, peninsulares y europeos, con una trayectoria reconocida o consolidada, para obtener de esta manera una interpretación del espacio urbano desde el interior y otra desde el exterior de las islas; además de apostar por la incorporación de algunas obras de jóvenes creadores con cierta implantación en el panorama artístico, una propuesta, ésta última, que se entiende como saludable en una iniciativa cultural promovida por una institución pública.

Al estar concebido como una intervención espacial integrada, el proceso comienza por el estudio del lugar por cada pintor, que elabora posteriormente un boceto en su estudio, para trasladarlo luego a las medidas reales del cuadro en un taller preparado al efecto en la propia ciudad, con las condiciones requeridas para cada pieza.

Toda iniciativa que pretende una trascendencia pública propone alcanzar una serie de objetivos que mejoren la calidad del ámbito en el que interviene. Una de las metas con que arrancó este nuevo concepto de museo para la pintura contemporánea es lograr una alta rentabilidad visual y social. La alternativa que ofrece puede contribuir a superar la falta de sentido cultural y de ocio que estaba en el origen de los museos y que en ocasiones se ha desvanecido por el desequilibrio que se produce a favor del contenedor sobre los contenidos que alberga. Una situación que para algunos estudiosos y académicos los convierte en ocasiones en mera cultura espectáculo, que muestra como atracción puntuales obras de arte convertidas en mitos por esa misma inercia.

El itinerario museístico que ofrece Los Llanos de Aridane abre nuevas posibilidades para recuperar aquel sentido cultural. La estancia en la ciudad es en sí misma la visita a un museo vivido día a día que facilita una reflexión más pausada sobre el arte contemporáneo, al envolver al espectador que penetra en ese espacio en su discurrir cotidiano por los diferentes escenarios que lo conforman, incorporándose de manera natural en el paisaje urbano. Paseos, plazas, parques, cafeterías, librerías, el comercio en general y la vida ciudadana son parte esencial de este inusual museo de pintura donde los cuadros están a la vista y sorprenden al paseante que sólo tiene que alzar la mirada, separar los detalles, unirlos de nuevo para hacer su propio análisis: la ciudad es una prolongación de nuestros hogares.

Desde el inicio se entendió que la realización y gestión del proyecto debía seguir una línea que desarrollase y uniese el aspecto cultural con el social y el económico, incidiendo en un sector de innegable importancia en Canarias como es el turismo, al que La Palma se ha incorporado tardíamente. Esta circunstancia se ha convertido en ventajosa al permitir orientar el desarrollo de la comarca como un destino de calidad en todos los sentidos, que se plantea diversificar la oferta e incluir un aspecto dirigido al segmento de turismo cultural, que está registrando un destacadísimo auge en todo el mundo, y fomenta el aprovechamiento de sus recursos como motor importante de desarrollo económico equilibrado.

El hecho de vivir un museo, estar constantemente en el interior de éste hace que todo lo que nos circunda revele al ciudadano un sentido que quizás ya tenía, pero que la habitualidad hacía inaprensible. Además, al convertirse en polo de atracción de nuevos espectadores favorece indiscutiblemente el desarrollo en un sentido amplio.

Después de más de 20 años de trayectoria, el CEMFAC continúa con su desarrollo y consolidación (contacto con nuevos artistas para la adquisición e instalación de nuevas obras). Desde el punto de vista municipal se ha constituido como museo siguiendo las estipulaciones de la actual Ley de Patrimonio Cultural de Canarias siendo probablemente el único museo con estas particularidades que esté conformado como tal. Asimismo se gestiona un novedoso proyecto de internacionalización en el que se promociona esta colección de arte urbano, a la vez que se implementan acciones plásticas con un claro afán de crear vínculos colaborativos y de cooperación para que se pueda desarrollar con otros lugares del mundo con realidades o proyectos de características similares. Y, por otro lado, se realizan labores de restauración, conservación y consolidación de piezas expuestas, tanto por equipos de restauradores, que hacen con escrupulosidad y precisión su trabajo, como por los propios artistas que revisitan e intervienen su obra añadiéndole una impronta actualizada.

Cabría añadir también que, desde su creación, La Ciudad en el Museo. Foro de Arte Contemporáneo, ha participado en diferentes ferias y congresos, con comunicaciones, conferencias, mesas de expertos, conversatorios, y en la actualidad está inmerso, como se indicaba, en un singular proyecto de conectividad cultural entre tres continentes, tres realidades muy vinculadas a Canarias, por cuestiones administrativo-políticas, geográficas (obviamente), y marcadamente sentimentales. A través de esta aparición se constatará, por tanto, la realidad multicultural que existe en el archipiélago, y en el CEMFAC de la isla de La Palma en particular, demostrando que es posible el diálogo y la fusión de culturas a través del arte. La ciudad de Los Llanos de Aridane se convierte en nudo de tricontinentalidad fusionando propuestas africanas, europeas y americanas para conectar e interrelacionar las realidades y singularidades de la cultura urbana, o la intervención en el espacio público de estos lugares.

El arte representa una vía ideal para el entendimiento humano. No importa cuál de sus múltiples expresiones se trate, se concibe como un lenguaje con el que todos nos podemos comunicar y, de manera concreta, establecer lazos firmes. Y es que las creaciones son formas de afrontar la existencia que han de compartirse para que se encuentren su propia razón de ser. El artista busca con su obra despertar la conciencia de lo demás y tratar de trasladarle sus inquietudes.

Desde finales del siglo XVIII y hasta el siglo XIX, como señala Josep Maria Montaner, el museo se fue consolidando como la nueva institución pública, a principios del siglo XXI el museo se ha transformado en un lugar para la afluencia masiva de un público activo y se han integrado en el consumo en su sentido más amplio. La relación del museo con la ciudad y la sociedad, como generador de grandes espacios urbanos y como polo de atracción turística, también ha contribuido a la total mutación tipológica de esta institución7. Lleva tiempo debatiéndose que el análisis de la situación actual parece apuntar a que en el futuro los museos de arte contemporáneo tanto se resolverán en edificios de nueva planta como continuarán intentando aprovechar la energía histórica de antiguas estructuras. Probablemente, cada vez abundarán más los híbridos entre museo y centro de arte, entre edificio representativo de nueva planta y viejo contenedor convertido en centro innovador, entre programa cronológico y programa prospectivo. Pero en las enormes posibilidades de reproducción de la obra de arte permitirán también crearse a cada uno su museo imaginario o transitar por las salas virtuales de los museos históricos sin moverse de su ordenador.

El CEMFAC se consolida como una institución pública que aglutina todas las premisas básicas museológicas y museográficas que se han citado, pero que crea a la vez un nuevo concepto de museo vinculado al arte contemporáneo en el espacio público. El concepto básico de intervención artística en “estos lugares” que se sostiene está vinculado íntimamente a las relaciones con la configuración de la escena urbana, a la expansión de ciertas zonas de descuido administrativo y de nueva habitabilidad, a nuevos paisajes en los que la historia del lugar no parece estar presente y a lugares donde se está reescribiendo una historia social nueva. Lo urbano es el movimiento, el tránsito, es el vértigo que nos depara la vida en la urbe. Es la imprevisibilidad de los movimientos en las calles, es la imprevisibilidad de las aglomeraciones en las calles: esta es una forma de acercarse a la ciudad, transitarla, establecerse, gozarla, y no de sufrirla.

Notas: 

1. Prolongación de título de texto crítico de la primera publicación La Ciudad se convierte en Museo, en La Ciudad en el Museo. Foro de Arte Contemporáneo [CEMFAC] (2007).

2. Dolç, Joan (2008). Ciudades impacientes. En Lars Cultura y Ciudad Letras (nº 12).

3. Pérez Pont, José Luis (2008). Relaciones de fuerza. Los códigos del arte en el espacio público. En Lars, Op. Cit.

4. Como espacio de transición, lugar de todos, la percepción de «calle» de la que partía esta propuesta aunaba los elementos sociales y comunicativos a los estéticos y funcionales a la hora de plantear una intervención artística no monumental en el ámbito público, atendiendo tanto a los ritmos y características propias de la población como a los usos preexistentes del lugar o medio intervenido. Esa aproximación a la idea de arte público, desde un planteamiento de integración y estímulos, marca como destinatarios del mismo al conjunto de ciudadanos, no necesariamente especialistas, habitantes de ese entorno. En un momento como el actual, en el que la existencia propia del espacio público se somete a discusión, se incide en la recuperación de su carácter dinámico y la significación no agotada de sus caracteres y posibilidades, invitando a su reformulación. La razón de ser de este tipo de apuestas viene determinada por la necesidad de establecer cauces para la crítica constructiva, por medio de proyectos artísticos capaces de generar dinámicas de proximidad para la revisión del espacio público, como gran contenedor simbólico de las relaciones sociales y políticas de una comunidad. […] Hace no demasiado, los esfuerzos culturales perseguían la plena alfabetización de la población. Al final de ese trayecto, prácticamente concluido en nuestro entorno, descubrimos que necesitamos ahora aprender y enseñar a pensar. Pérez Pont, José Luis (2008).

5. Extracto El pintor de la vida moderna (1863), Charles Baudelaire.

6. Este museo está compuesto, hasta este momento, por 33 piezas en la ciudad de Los Llanos de Aridane, y 4 piezas en otras ciudades dentro de un programa-proyecto de internacionalización del mismo (Fort de France (2), Maputo y Quito).

7. Montaner, Josep Maria (2003). Museos para el siglo XXI. Barcelona. Gustavo Gili.