Estados Unidos, Japón y España forman el potente cóctel vivencial del que bebe la creación artística de la artista Mina Hamada. Antes de comenzar a plasmar sus creaciones en murales, cuyo flechazo se produjo al conocer la escena del arte urbano de Barcelona, la producción artística de Hamada se centraba en el dibujo y la ilustración de libros de cuentos.
Artísticamente, la producción de esta creadora plástica es fácilmente reconocible por el optimista uso del color que inundan unas formas orgánicas que parecen moverse con absoluta libertad. Un color vibrante, dinámico, libre y rebosante de ritmo, una peculiar paleta cromática con influencia tamizada de la cultura japonesa. Admite estar sorprendida constantemente cada vez que termina una de sus obras: el uso de su inconsciente y de la improvisación son un medio único de atraer a los espectadores con piezas frescas y genuinas que son gemas en la escena del street art actual. Recuerda su obra al fauvismo, la corriente artística de las vanguardias que defendía la supremacía de los sentimientos y el estado de ánimo a través del uso libre del color.
Vista de la isla desde el mar, la tierra y el cielo es una visión subjetiva, su visión, de la isla, de lo que veía desde su llegada y a través del espacio temporal en el que transcurrió todo el proceso creativo de la obra, improvisando en cada momento en función de la luz y de las sensaciones que respiraba. En una especie de totum revolutum, mezcla el día y la noche, el cielo y el mar, la vegetación salvaje y el espacio urbano (reducido este a una mínima expresión dentro del conjunto de la obra). Las frutas tropicales, la exuberante flora, las tierras volcánicas, el manto estrellado, túneles no imaginarios (los existentes en la carretera que uno el oeste y el este de La Palma), casetas de playa, aparecen en este jubiloso collage pictórico. Pero lejos de ser un caos cromático con poco sentido, adquiere en su impronta un orden original en el que no hay que distinguir los elementos sino sentirlos y emocionarse con ellos. Todo ello unido por una energía vital que rebosa autonomía.
En contraposición con la frialdad de una arquitectura anodina y en un ambiente callejero agresivo donde los vehículos han robado el protagonismo a la ciudadanía, la obra de Hamada transmite tranquilidad vital, es un canto plástico a la belleza de la vida en todos sus rincones y manifestaciones, desde la natural hasta la creada por el ser humano, por muy insignificantes o acostumbrados a ellos que estemos. Su pintura forma parte de un arte urbano que pretende la comunicación con la sociedad, transmitir su mundo cultural y, a la vez, nutrirse del mundo que la rodea.