La ofrenda
En el cuadro de Andrés Rábago (conocido también como El Roto, alter ego bajo el que practica la sátira humorística) un árbol surge de las profundidades de las aguas marinas para florecer como una barca mágica pilotada por una mujer. De formas, volúmenes y planos duros, la figura femenina se asemeja a una versión pintada de su conocida obra escultórica Mujer de la Luz ubicada en una rotonda de la ciudad-museo de escultura de Leganés (Madrid). Igual que ésta, la mujer oferente de la pintura es representada con un hieratismo directamente inspirado en la estética egipcia; su actitud elemental y su porte humilde y detenido, también expresa un punto de excentricidad surrealista. En ella hay además atisbos de ese misterio mágico y conmovedor que se observa en las distanciadas, herméticas y absortas de la gente cotidiana de Balthus, autor cumbre del realismo mágico. Sobre su mano derecha, con la palma hacia arriba, parece sostener la esfera solar, tan dorada e incandescente como sus pendientes. Con ese gesto, la mujer brinda aquello que sólo ella puede ofrecer: la vida. De este modo asocia mediante un vínculo espiritual a la mujer, creadora de la vida humana y al sol, elemento imprescindible para la existencia de todos los seres vivos. Al mismo tiempo, los peces, símbolo cristiano que se remonta a los comienzos de la iglesia, saltan pletóricos fuera de un mar lleno de vitalidad.
De acuerdo con su visión metafísica, el artista persigue representar el trasfondo sagrado que subyace bajo la realidad que percibimos. Bajo las formas de la apariencia de las cosas hay una entidad que constituye el misterio de la vida, un “algo” desconocido que habita en el terreno de “lo religioso”. Bajo el título de La ofrenda, su interpretación hace referencia al mismo tiempo al mundo cristiano y al egipcio. En la mitología egipcia la barca solar es un objeto simbólico vinculado al ciclo diario del Sol y al demiurgo asociado con Ra. Para los egipcios de la Antigüedad, el ciclo perpetuo de la llegada y la puesta del Sol es comparable al ciclo de la vida y de la muerte. Así, cada mañana el astro nace en oriente, crece hasta el cenit y luego envejece hasta desaparecer hacia el occidente, en el reino de los muertos. Este viaje diurno, el dios solar, Ra, lo hace a bordo de una barca llamada mandyet. A bordo de esta embarcación sagrada, los egipcios creían que sus almas vivirían eternamente.
El árbol que forma el eje de la composición es el elemento cósmico, el árbol de la vida y del conocimiento, evocando la ascensión espiritual del alma que atraviesa todos los grados de la existencia. El árbol de la vida y el de la ciencia, del bien y del mal, simbolizan las relaciones entre la tierra y el cielo, aunque en este caso emerge del fondo marino, en el papel centralizador o eje del mundo y como punto de intersección de las coordenadas espaciales y cósmicas. Sempiterno, este “árbol del mundo” y “árbol cósmico” asciende desde el mar hasta los cielos, como pilar del universo, como soporte de toda la tierra, un entrelazado universal, que comprende en sí todo el abigarramiento de la naturaleza humana. Este árbol pseudo-astral, que se eleva desde las entrañas planetarias y sostiene el cielo, pone en comunicación los tres niveles del universo: el inframundo, la superficie de la tierra y el cielo, en el que se despliega su ramaje atraído por la luz. El mundo subterráneo es la morada de los muertos, la tierra pertenece a los vivos y el cielo es la residencia de las almas, que se posan sobre su copa en forma de aves y pájaros.
Autor: Andrés Rábago, EL ROTO
Técnica: Acrílico sobre tabla
Superficie: 38 m²
Instalación: Diciembre, 2002
Ubicación: En depósito
«Dos universos culturales se complementan, el egipcio y el cristiano, a través de algunos símbolos comunes. Uno de ellos, el del viaje en su connotación más metafísica y espiritual. Otro, la doble visión del sol, como fuente de vida en su esplendor y, en el ocaso, signo de la caducidad y de la naturaleza marchita. También la mujer, fiel artesana de la creación humana, y sus diversos contextos socioculturales, afines a ambos mundos: hierática, oferente, inquebrantable y maternal».
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AUTOR:
ANDRÉS RÁBANOAÑO:
2002UBICACIÓN:
Calle Calvo Sotelo, 13 (pared oeste)Date:
14 de julio de 2021