Las ciudades de San Borondón
Fernando Bellver llega a la isla de La Palma con la intención de pintar un cuadro, para el CEMFAC, muy diferente al que finalmente realizó. A su llegada oye hablar del popular mito de San Borondón y quedó seducido por la historia de la isla que aparece y desaparece, sin explicación racional y burlándose de toda lógica. Errante, viajera, inestable y misteriosa, los avistamientos de la siempre esquiva isla no se rigen por ningún principio científico. Unas veces se presenta al norte y al naciente de la isla, otras sobre el horizonte y a la caída del sol, cercana a otra isla, El Hierro. A través de los siglos, su inestable y movediza presencia ha generado un sin fin de representaciones cartográficas en mapas y portulanos. Desde La Palma se organizaron expediciones de descubrimiento en el siglo XVI. Siglos más tarde, en las pesquisas seguidas por las autoridades de la denominada isla del Meridiano, decenas de testigos vieron la isla encantada desde las cumbres de la isla. Hoy en día, San Borondón, continúa siendo una presencia/estampa constante en la imaginación popular y no hay palmero que no haya oteado el horizonte buscando la isla perdida donde el sol se hunde cada tarde en el Atlántico.
Renunciando a las leyes racionales, Fernando Bellver pinta aquí un tapiz tan fantástico y mágico como la mítica y misteriosa isla. El rítmico, vibrante y abstracto entramado de este tejido marino recuerda las labores de cestería tradicionales de la isla; sus intricados trazos ondulantes, en tonos verdes, azules y grises imitan los mil colores iridiscentes, mágicos e infinitamente cambiantes del océano Atlántico. Insondable y misterioso, el mar —verdadero protagonista— oculta celosamente el secreto en sus profundidades.
De la trama y urdimbre de esa composición textil emergen una veces, se hunden otras o flotan sobre las olas, los trozos de arquitectura urbana de las ciudades, pueblos y villas de San Borondón imaginados por el pintor. Sus casas, sus fábricas y chimeneas, sus rascacielos, sus acueductos y torres medievales, surgen de las profundidades marinas para hacer realidad el mito de las civilizaciones sumergidas de la Atlántida, de un mundo urbano submarino antaño palpitante de vida y febril actividad. Volúmenes prismáticos y cúbicos, coronados por tejados y conductos, construyen una arquitectura metafísica, ajena al hombre, cuya surrealista imagen traen a la memoria la obra de Chirico y Carrá. Junto a ellas, palmeras de desmesurados troncos como nabizas, de simbólica asociación sexual, hacen referencia a la vegetación exótica y paradisíaca de la isla, porque San Borondón es también un trozo del Paraíso Terrenal.
Insondable y misteriosos, el mar – verdadero protegonista – oculta celosamente el secreto en sus profundidades
Autor: Fernando Bellver
Técnica: Acrílico sobre tabla
Superficie: 46 m²
Instalación: Junio, 2000
Ubicación: Calle Calvo Sotelo, 4 (pared oeste)
«Burlándose de toda lógica, las arquitecturas borondonianas emergen desde un mar matizado en sus múltiples tonalidades: turquesas, verdes, marinos, añiles y grisáceos. La mítica isla se desenvuelve como auténtica tierra-mar de promisión, en la que tienen cabida diferentes estadios culturales destemporalizados en esta peculiar fusión. De ahí la insólita combinación de ejemplares de palmeras entre rascacielos neoyorquinos, acueductos, minaretes, ermitas, entre torres medievales y fábricas industriales. La ínsula misteriosa se nos revela como baluarte del mestizaje y de la transculturación, propiciadora de la convivencia tolerante».
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Fernando BellverAÑO:
2000UBICACIÓN:
Calle Calvo Sotelo, 4 (pared oeste)Date:
12 de julio de 2021